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Confundidos por el azar (12)

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Por babalum, 09-09-2006 11:20 pm

Sigo después de una breve pausa con los resumenes traducidos (de forma bastante libre…) del libro de Nassim Taleb “Fooled by randomness”.

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GERONTOCRACIA

La preferencia por el pensamiento destilado implica, a diferencia de la práctica comúnmente empleada en Wall Street, a favorecer a los inversores y operadores de bolsa mayores frente a los jóvenes. El Método de Monte Carlo nos permite ver las ventajas de seleccionar los agentes de bolsa expertos, con la condición de que ellos hayan “sobrevivido”. Esto se debe simplemente a que los mayores han estado expuestos un tiempo mayor a los eventos anómalos y pueden ser más resistentes a éstos.

Philostratus en MonteCarlo: Sobre la Diferencia entre ruido e Información

Según Philostratus: Los dioses perciben el futuro, la gente ordinaria el presente, pero el sabio percibe lo que está a punto de ocurrir.

Se podría también decir: El hombre sabio escucha el significado, el común sólo el ruido. Pero, ¿cómo explicar, con la menor cantidad de matemática posible, la diferencia entre ruido y significado, y mostrar por qué el intervalo de tiempo considerado es importante al juzgar un evento?

El Simulador de MonteCarlo nos puede ayudar a distinguirlos Supongamos que tenemos un excelente inversor, que se espera gane un retorno del 15% con una tasa de error anual del 10% (que llamamos volatilidad).

Mediante el simulador podemos generar multitud de escenarios con la evolución día a día del portafolio de nuestro inversor imaginado. En promedio todos los portafolios alternativos obtienen un 15% de retorno con un margen de error del 10% y según la distribución normal el 68% de ellos caerán dentro del rango de 15% +/- 10% y que en el 93% de los casos tendrá ganancias, por mínimas que sean.

Bien, en principio la intuición nos diría que nos gustaría estar en el papel de nuestro inversor imaginario el cual consigue ganar seguro en un 93% de los casos.

No obstante, lo que nos ayuda a entender el simulador es que dependiendo de la frecuencia con la que consultemos la situación de nuestro portafolio de inversiones a lo largo del año va a cambiar completamente nuestra experiencia. Popularmente vendría a ser aquello de que “los árboles no nos dejan ver el bosque”.

Veamos porque:

Un examen minuto a minuto de los resultados significa que cada día (asumiendo ocho horas por día) tendremos 241 minutos placenteros contra 239 no placenteros, lo que es emocionalmente negativo. Sobretodo si tenemos en cuenta lo que indican algunos estudios sobre el impacto mucho mayor que tienen los momentos negativos comparado con los positivos.

Contrariamente, si revisamos los resultados sólo una vez por mes, el 67% de ellos mostrarán resultados favorables y sólo experimentaremos cuatro momentos desagradables, contra ocho agradables, por año.

Visto desde otro ángulo, si tomamos la relación entre lo que podemos llamar ruido sobre lo que no es ruido, sucede que durante un mes esta relación es solamente de 2.32, mientras que en una hora alcanza el valor de 30. En conclusión, los períodos cortos amplifican enormemente el efecto del ruido.

Esto explica por qué es mejor leer The Economist los sábados que el Periódico de Wall Street cada mañana y, por qué aquellos que se obsesionan con estar constantemente pendientes de mínimas fluctuaciones acaban fracasando o bien por reaccionar ante ellas cambiando constantemente su estrategia inicial o porque no aguantan la constante exposición a un número tan alto de experiencias negativas.

A menudo me critican por “ignorar” informaciones posiblemente valiosas de los diarios, pero sucede que soy extremadamente propenso a caer en la tortura emocional, de modo que me conviene más reflexionar apartado de la información.

Nota adicional de Babalum: He intentado buscar algún ejemplo más intuitivo y menos matemático que el que nos ofrece Nassim Taleb en su libro. Aunque un poco rebuscado creo que puede servir lo siguiente:

Imaginemos un tortuoso trazado de un pequeño río de montaña hasta el mar. Imaginemos también que lanzamos al río en lo alto de la montaña una botella con un pequeño localizador. Periódicamente vamos midiendo la distancia, en línea recta, que le falta hasta llegar al mar.

Cuanto más tiempo dejemos transcurrir entre las mediciones más claro veremos que la botella avanza en su camino. No obstante si empezamos a medir demasiado frecuentemente empezaremos a tener dudas. La botella estará recorriendo cada curva del tortuoso trazado del río y habrá etapas enteras donde casi no reducirá su distancia respecto a la costa. Incluso puede que retroceda.

De hecho, si además pudiésemos medir la dirección en la que se mueve la botella, veríamos que la botella casi nunca se movería en dirección recta hacia el mar.

Si además nuestros ahorros dependieran de que la botella se dirija hasta el mar, una observación segundo a segundo seguro que nos agotaría emocionalmente!

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Algunos libros de Nassim Taleb:

Engañados por el azar - en castellano Engañados por el azar (libro en español en Amazon)
Fooled by Randomness - Confundidos por el azar Fooled by Randomness (libro original en inglés)
El Cisne Negro (versión española)
El cisne negro en Amazon El Cisne Negro. El impacto de lo altamente improbable
(libro original en inglés)
Dynamic Hedging - Cobertura dinámica Dynamic Hedging

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Todo proceso se puede mejorar

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Por babalum, 22-07-2006 2:44 pm

Extraigo ésta pequeña joya del libro “La paradoja – Todo lo que necesito saber sobre la empresa lo aprendí en Microsoft” de Julie Bick en el que relata sus experiencias en Microsoft en los años 90. A juzgar por lo que describe Julie parece que en aquellos tiempos Microsoft todavía estaba llena de frescura, creatividad e innovación en todos los aspectos. Me refiero no sólo a los tecnológicos si no también a los aspectos de gestión.

Vamos allá.

Según escribe Julie, en aquellos tiempos una de las tareas más aburridas era la integración de todo el código escrito durante el día por todos los programadores de un equipo. Normalmente éste trabajo lo hacian programadores menos expertos o cualificados. Nadie deseaba hacerlo. Era aburrido y tedioso. Si los códigos no funcionaban debía encontrarse aquel que no funcionaba y depurarlo. Un día a algún manager se le ocurrió hacer los siguientes cambios.

El ensamblaje lo haría aquel programador que provocó el último error o problema.

Un simple cambio, probablemente impopular al principio, pero que al cabo del tiempo provocó los siguientes resultados:

1. El ensamblaje ya no lo hacían programadores de menos experiencia y contratados especialmente para ésta labor. Ahora se encargaban los mismos expertos, con la consecuente mejora en ese proceso.

2. La labor que nadie quería hacer estaba más compartida entre todos en vez de empobrecer el trabajo de uno sólo.

3. Dado que nadie quería ser el ensamblador del día, todos se esmeraban más en evitar errores o técnicas que pudieran provocar incompatibilidades.

4. Como que a todos, en algún o otro momento, les tocaba, buscaban estrategias para que la labor de ensamblaje durase lo menos posible. El resultado fué que con sus mayores conocimientos idearon procesos y sistemas de automatización de la tarea.

Vaya, que me parece genial la idea!

Publicado en babalum.wordpress.com

El libro está en Amazon en español y en inglés.

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Confundidos por el azar (10)

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Por babalum, 09-07-2006 2:48 pm

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DENIGRACION DE LA HISTORIA

La sabiduría que encontré en la literatura clásica, como por ejemplo en la historia de Solon, me condujeron a dedicar muchísimo tiempo a ésta. Sin embargo, los humanos no aprendemos de manera natural de las enseñanzas de la historia, como lo demuestra la repetición interminable de idénticos períodos de auge y de crisis que ocurren en los mercados actuales.

Este defecto mental está en la esencia de nuestra naturaleza, bloqueando nuestra habilidad de aprender de los demás. En verdad tenemos dos vías para aprender de la historia: desde el pasado, mediante la lectura de los clásicos, y desde el futuro, gracias al Método de Monte Carlo.

La Estufa está Caliente

Numerosos hechos indican que nuestra información genética no favorece la trasmisión de la experiencia. Así, por ejemplo, sabemos que los niños aprenden sólo de sus propios errores; dejando de tocar una estufa encendida sólo después de quemarse con ésta; no existiendo advertencia posible que genere un ápice de precaución, cosa que también ocurre a los adultos.

Este punto ha sido estudiado en profundidad por Daniel Kahneman y Amos Tversky.

Esta denigración congénita de la experiencia de otros, afecta enormemente a los inversores y a los tomadores de decisiones en los negocios, siendo la causa del fracaso de muchos de mis colegas a pesar de los consejos de los veteranos.

Lo realmente interesante es que he encontrado muchos aspectos comunes a todos ellos, como la argumentación de que “estos tiempos son diferentes” a manera de justificación, siendo incapaces de aceptar que la experiencia ya estaba a su alcance en los libros y siempre aparece la frase “¿por qué me pasa esto a mi?”, lo que se debe a la creencia de ser diferente a los demás.

Por alguna razón todo el respeto que podamos sentir por la historia no se refleja en en el tratamiento que le damos al presente.

Mi SOLON

Otra razón para estar obsesionado con la advertencia de Solon es que la historia de mi familia está plagada de altibajos y de ejemplos de extrema opulencia que alternaban con situaciones de penuria.

Existe un importante aspecto, nada trivial, del pensamiento histórico, que tal vez sea el más aplicable a la bolsa: A diferencia de las ciencias “duras”, en la historia no es posible la experimentación. Sin embargo, la historia es lo suficientemente rica para brindarnos, a la corta o a la larga, la mayoría de los escenarios posibles. La historia y el Método de Monte Carlo nos enseñan que aquellos que a pesar de su capacidades no tuvieron suerte en algún momento de sus vidas eventualmente mejoran, mientras que los estúpidos que sí tuvieron esa suerte, terminan siendo situados donde lo merecen.

De hecho existen estudios que concluyen que más del 80% de la gente a la que le ha tocado algún premio importante en la lotería o en otros juegos de azar, lo han vuelto a perder todo al cabo de un tiempo de entre 6 meses y 5 años.

continúa en el librobit (11) de “Confundidos por el azar”

 

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Confundidos por el azar (5)

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Por babalum, 18-06-2006 3:25 pm

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Dos Historias Alternativas

Como es sabido, una alternativa, o decisión, en cualquier aspecto de la vida, no puede juzgarse solamente por los resultados, sino por sus costes. No obstante, sólo parecen percatarse de esto los perdedores, pues los afortunados atribuyen su éxito a la calidad de su elección.En lo que sigue llamaremos historias alternativas a todas las diferentes alternativas de eventos que pueden ocurrir.

La Ruleta Rusa

Pudiéramos ilustrar el concepto de historias alternativas imaginando que un excéntrico nos ofrece $ 10 millones por jugar a la ruleta rusa. Si el revolver tiene capacidad para seis balas, cada disparo se contará como una historia (de seis posibles con la misma probabilidad) cinco de las cuales conducen a la riqueza y sólo una a la muerte. Ganar significa obtener la admiración de todos, pero, a qué costo. Consecuentemente, teniendo en cuenta las historias alternativas, $10 millones obtenidos mediante el juego no tienen el mismo valor que $10 millones obtenidos mediante el trabajo, pues su dependencia desigual de la aleatoriedad los distinguen cualitativamente. No obstante, durante mis 15 años en Wall Street, he visto que el público observa los aspectos externos de la riqueza sin vislumbrar la fuente (a esta fuente le llamamos el generador).

Una ruleta aún peor

La realidad es una ruleta aún peor. Al ofrecer muchas más posibles historias alternativas, después de varias pruebas la gente se olvida del peligro gracias a un falso sentimiento de seguridad, que nombraremos “problema del cisne negro”. Este problema está relacionado con otro denominado denigración de la historia, según el cual los jugadores, inversores, etc., creen que lo que sucede a otros no necesariamente tiene que sucederle a ellos.También, a diferencia de la ruleta rusa, donde el riesgo es claramente visible, nadie ve el cañón de la realidad, es decir, el generador es raramente visible, ocurriendo que se pierdan de vista los riesgos.

Buenas relaciones con los compañeros

La actuación de la aleatoriedad en la vida propia es por completo inobservable, de aquí que la resistencia a la aleatoriedad sea una idea abstracta, pues juzgar los acontecimientos con una óptica probabilística radica en considerar qué podría probablemente haber ocurrido. No obstante tampoco hay que exagerar y llegar al extremo de algunos agentes de bolsa que se vuelven inesperadamente introspectivos respecto a la aleatoriedad y llegan a ignorar completamente la que realmente ocurrió. Por ejemplo, durante una cena con un colega, tiramos una moneda para ver quién pagaría. Yo perdí y pagué, pero cuando iba a darme las gracias me dijo: “de acuerdo con tu libro dirías que desde el punto de vista probabilístico yo he pagado la mitad”.En 1980 Wall Street estaba lleno de negociantes sin formación estadística, que cayeron como moscas cuando los instrumentos financieros y los productos ganaron en complejidad, de modo que dudo que aún se mantengan allí muchos de los cientos de MBAs que conocí entonces.

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El papel de las emociones en nuestras decisiones

Por babalum, 26-02-2006 5:23 pm

Transcribo un apartado del libro “El viaje a la felicidad de ” Eduard Punset.

Todo empieza con una emoción. Ya lo intuyeron algunos grandes hombres de acción hace medio siglo y lo corrobora ahora la ciencia. Pero el descubrimiento más reciente y revolucionario se lo debemos a científicos como Dylan Evans, de la facultad de Informática, Ingeniería y Ciencias Matemáticas de la University of the West of England en Bristol, al demostar que las decisiones -todas las decisiones- son emocionales.

¿Cuál es la trama normal de cualquier planteamiento? En el inicio -si lo que acabamos de decir es correcto- hay una emoción. A continuación, se lleva a cabo un proceso de cálculo racional en el que se va ponderando toda la información disponible. A diferencia de la primera fase, en la que todo ocurre a velocidad de vértigo, la segunda etapa es lenta y tediosa: hay tal proliferación de argumentos a favor y en contra que, a fuerza de ponderar y sopesar datos, la lógica de la razoón no acaba de imponerse. Afortunadamente, al final reaparecen, como una tabla de salvación , las emociones. Si antes no sabíamos para qué servían las emociones, ahora constatamos que sin ellas no tomaríamos nunca decisiones. De ahí que muchos especialistas en robótica estén ahora empeñados en que los robots del futuro sean capaces, también, de sentir emociones para que puedan decidir en igualdad de condiciones que los humanos. Si nosotros no podemos decidir sin emociones, los robots tampoco.

En contra de la opinión de la inmensa mayoría, que cree conocer las razones conscientes que motivan sus decisiones, los neurólogos sugieren que, en última instancia, es una emoción la que inclina la balanza hacia un lado u otro. Si sólo contáramos con la razón, no decidiríamos nunca nada, dada la complejidad casi infinita que supone evaluar correctamente la selva de datos disponibles.

Peer Solberg, profesor en la Sloan School of Management del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, explicaba en la década de los sesenta su teoría sobre la toma de decisiones en la vida corporativa: un proceso que iba desde la identificación de todas las opciones hasta la elección final de la que obtenía mayor puntuación; pasando por la evaluación de las mismas y la fijación del orden de prioridades.

Un fin de curso en el que sus estudiantes le agobiaron con más peticiones de consejo de lo que era usual para encontrar trabajo, decidió aplicarles la prueba de lo que les había enseñado durante el curso. Su sorpresa y sentimiento de frustración corrieron parejos cuando descubrió que la casi totalidad de sus estudiantes había seguido su corazonada, en lugar del método expuesto en clase para elegir trabajo. Y no sólo esto, sino que la comparación con las ofertas rechazadas tenía como único objetivo convencerse a sí mismos de que su intuición había funcionado.

Los alumnos del profesor Solberg no soportaron la lentitud desesperante de los procesos racionales de decisión, contrastaban con el ritmo fulminante de las intuiciones emocionales. Por otra parte, las decisiones puramente racionales no sólo se perderían en la inmensidad de datos disponibles sino que, además, no responderían a nuestras necesidades emocionales…

El viaje a la felicidad

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